Son las 10 de la noche, prime time, y comienza un programa especial en la televisión en el que dos personas debaten sobre inteligencia artificial y computación. A un lado se sienta un ingeniero informático con 30 años de experiencia, que empieza su intervención hablando de lenguajes de programación, sistemas operativos y complejos algoritmos. Al otro lado se sienta una persona que afirma que todo eso es un montaje y que realmente dentro de los ordenadores hay pequeñas personitas que manejan los cables y hacen todas las operaciones, pero no las vemos porque son demasiado pequeñas.

El presentador va dando la palabra alternativamente a ambas personas, que tienen el mismo tiempo para exponer sus argumentos. Mientras que el ingeniero informático se esmera en dar datos y pruebas empíricas, el defensor de la teoría del trabajo de las personas diminutas presenta fotografías distorsionadas y habla de una conspiración a nivel mundial sin presentar ninguna prueba. El ingeniero informático, atónito ante semejante despliegue de estupideces, mira al moderador, que impasible, le insiste en que siga defendiendo su postura, por lo que, pacientemente vuelve a dar datos y pruebas. El defensor de la conspiración, al quedarse sin argumentos, alza la voz, empieza a acusar a su oponente de ocultar la verdad y desempolva unos hechos ocurridos durante su etapa universitaria para intentar desacreditarlo. La falacia ad-hominen nunca falla en estos casos. El ingeniero informático, cansado de escuchar estupideces y molesto por las acusaciones personales, se levanta y abandona el debate.

El moderador despide el programa, no sin antes ensalzar el papel de su cadena de televisión en dar voz a todo el mundo con el fin de conocer la verdad. Al mismo tiempo, despide al defensor de la conspiración y critica la desconsideración del ingeniero informático al abandonar el debate, mientras el ingeniero, en la puerta del estudio, se pregunta por qué accedería a acudir a semejante pantomima. A pesar de contar con todos los argumentos y pruebas de su lado ha perdido el debate y lo sabe. 

La cadena de televisión ha conseguido su objetivo, se ha inventado una falsa polémica y ha logrado unos buenos datos de audiencia. El truco es muy sencillo, se han presentando ante el público dos posturas contrapuestas como si estuvieran al mismo nivel, una argumentada por un experto y la otra por un ignorante o por un estafador con ansias de protagonismo. A ambas posturas se les ha dado el mismo tiempo de réplica para sus intervenciones y de esta forma, una opinión minoritaria o totalmente absurda aparece ante la audiencia como equivalente a la contrastada y confirmada por una inmensa mayoría de expertos en la materia.

Pero un resultado más alarmante es que gracias a este debate, una opinión absurda, que solo defendía un pequeño grupo de personas, empieza a ser tenida en cuenta por algunas personas más y sembrará la duda sobre parte de la audiencia, mientras que otra parte, más receptiva ante todo tipo de conspiraciones, la incorporará a su repertorio conspiranoico como una prueba más de una supuesta confabulación planetaria. 

Este tipo de estrategia, la de la la equidistancia, también conocida como Falacia del Falso Equilibrio es un truco usado frecuentemente en televisión para ganar audiencia y consiste precisamente en eso, en enfrentar en un debate a dos posturas contrapuestas, una representada por experto en la materia y otra por un charlatán sin ningun conocimieno o cuya postura es respaldada por una ínfima minoría de personas.

La falacia del falso equilibrio en los debates sobre el Cambio Climático 

Tras analizar los miles de publicaciones sobre el cambio climático, se concluyó que entre los científicos especialistas en climatología había un consenso superior al 97% en que el cambio climático era un hecho y en que ese cambio climático era consecuencia de la actividad humana. Todos los análisis que se han realizado posteriormente han dado valores superiores a ese 97%, el último de ellos, publicado por Myers y colaboradores en 2021 en la revista Environmental Research Letters, situó ese consenso en un 98,7%. Es más, cuando se hizo ese análisis entre los expertos con mayor nivel de experiencia, o sea, aquellos que de forma independiente habían publicado más de 20 artículos revisados por pares sobre el cambio climático entre 2015 y 2019, el consenso sobre que la Tierra se está calentando principalmente debido a la actividad antropogénica, fue del 100%. 
A pesar de este consenso, en todos los debates que se televisan sobre el Cambio Climático, lo habitual es enfrentar a un experto climatólogo con un negacionista, en la mayoría de las ocasiones sin ninguna experiencia contrastada y que basa su discurso en los mismos mantras que ya han sido rebatidos cientos de veces. Y para darle más morbo al debate, se suele invitar a políticos a esos debates, curiosamente todos ellos negacionistas pero sin ningún conocimiento climático, y también curiosamente, todos ellos de una ideologia «liberal», por usar un término suave. De esta forma también se condiciona a la audiencia, como suele ocurrir con cualquier tema medioambiental, atribuyendo una ideología de izquierdas al medio ambiente, con lo que aprovechándose de la polarización de la sociedad, los argumentos negacionistas ganan adeptos entre los votantes de la derecha, aunque muchos de esos votantes ni siquiera se hayan detenido a analizar las pruebas y los datos presentados (sobre la ideología del medio ambiente se puede leer esta entrada del blog)
El último de estos esperpénticos debates tuvo lugar en el programa Todo es Mentira, en la cadena Cuatro, el pasado 29 de agosto. En ese debate, Javier Peña tuvo que debatir sobre cambio climático con Francisco Hervías, conocido negacionista, ex-diputado de Ciudadanos y actual miembro del PP, y Esperanza Aguirre, reconocida climatóloga que haciendo gala de sus conocimientos respondió a una de las preguntas de la moderadora con esta frase: «Que hable Fran porque yo de esto no sé una palabra”. Para redondear el esperpento, el texto con el que se rotulaba el debate decía «Los bulos del cambio climático». ¿Quién da más? 

No hace falta decir que el programa siguió el guión previsto y perfectamente calculado por los guionistas y responsables de la cadena: descalificaciones, falta de pruebas para rebatir los datos empíricos y las investigaciones, y por supuestos bromas y chascarrillos de los negacionistas y de la propia presentadora (“Habla antes de que se acabe el mundo, Fran”). Objetivo cumplido.

Si realmente se quisiera hacer un debate serio sobre el cambio climático, respetando las opiniones científicas y el consenso existente entre los investigadores, la proporción de participantes en el mismo, o el tiempo que debería darse a cada uno de los participantes sería el que se representa en la figura anterior: 97 científicos que apoyan la idea del cambio climático y la influencia antropogénica en el mismo, 2 negacionistas y 1 persona que pasaba por allí, que no sabe nada del tema pero que opina que todo es un montaje, por ejemplo, Esperanza Aguirre.

Por último, y volviendo al ejemplo de debate equitativo que planteaba al principio entre el informático y el defensor de las personitas que trabajan dentro de los ordenadores. Podría parecer un caso exagerado, pero si lo pensamos no lo es tanto. No debemos olvidar que en los últimos años, los medios de comunicación e incluso algunos debates, han invitado a sus programas a defensores de la que probablemente sea la teoría más idiota de los últimos años, la que afirma que la Tierra es plana. La prensa de hace eco de sus congresos, de sus patrañas y los invita a sus programas. El simple hecho de enfrentarse de tú a tú con uno de los defensores de esa estupidez es otorgarle la victoria en el debate. 

Por Don Pesca

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